Edita Gruberová: retrato de una gran reina del “bel canto”

Edita Gruberová, fallecida en Zurich el 18 de octubre a la edad de 74 años, fue una de las más grandes divas operísticas del siglo pasado, conocida como el “ruiseñor eslovaco”. Aunque no tenía el registro medio o la voz de pecho de Maria Callas, puede considerarse la principal soprano de coloratura dramática de su generación.

Gruberová no fue solo la diva del bel canto y la última “prima donna assoluta” de la ópera. Supo convertirse en una leyenda viva de la lírica con su “increíble técnica vocal, un registro agudo brutal y una gran personalidad”, en palabras de Joan Matabosch, director artístico del Real Teatro de Madrid.

Precisamente gracias a su fuerza interior y a una forma optimista de afrontar las adversidades de la vida logró salir fortalecida de una infancia marcada por un padre alcohólico y luego por un marido suicida que la dejó sola con dos niñas. Edita nació en Rača, entonces República Socialista de Checoslovaquia, en diciembre de 1946, de madre húngara y padre de origen alemana. Su familia no tenía ninguna tradición musical. Fueron sus profesores del colegio quienes la animaron a estudiar canto en el conservatorio de Bratislava.

Empezó su carrera en 1968 en el Teatro Nacional Eslovaco como Rosina en “El barbero de Sevilla” de Rossini. Dos años más tarde, tras ganar un concurso de canto tuvo su primera oportunidad en la Ópera de Viena. Cantó como invitada La Reina de la Noche, en “La flauta mágica” de Mozart, y obtuvo un contrato de formación que le abrió las puertas de los teatros internacionales y le dio inmediata celebridad. Hizo su gran debut en Salzburgo, en “Don Carlo” de Giuseppe Verdi dirigido por Herbert von Karajan.

Cantó en los principales teatros en todo el mundo, La Scala de Milán, el Covent Garden de Londres, la Ópera de París y la Metropolitan Opera de Nueva York, pero su corazón estaba atado a cuatro teatros: la Staastoper de Viena, la Bayerische Staatsoper de Múnich, la Ópera de Zúrich y el Gran Teatre del Liceu de Barcelona.

Sus interpretaciones, inolvidables por la agilidad en los agudos, límpidos y cristalinos, le granjearon enormes éxitos y ovaciones en teatros de ópera de todo el mundo. Quedará imborrable su encarnación del difícil personaje de Zerbinetta en “Ariadna en Naxos” de Richard Strauss.

Con su voz implacable, las tonalidades metálicas, y la capacidad de dar vida a un personaje fragil como Maria Stuarda o temperamental, como la mencionada Zerbinetta, Edita Gruberová se convirtió también en un prodigio de longevidad vocal. Estuvo activa abordando papeles de coloratura con más de sesenta años y solo se retiró de los escenarios hace dos años, en 2019, después de más de 200 actuaciones. Era capaz de cantar con absoluta naturalidad partituras dificilísimas y de comunicar una alegría contagiosa.

«Con su muerte se va toda una época», dijo el director artístico del Gran Teatre del Liceu de Barcelona, Víctor Garcia de Gomar.

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Foto: culture.gov.sk

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