“Sevilla: luz y azahar, punto y final en un destino”. Vanessa Codutti nos cuenta su emoción andaluza (1a parte)

“Sevilla es decir luz y azahar, es decir punto y final en un destino”. Esta frase fue la primera cosa que ví pisando el caliente suelo andaluz. Estaba marchando por el puente de Triana y lista para perderme en sus miles de callejuelas. No había entendido enseguida el significado de estas palabras, pero ahora sé que fue un presentimiento.
Descubrì Sevilla por casualidad. Gané una beca de la Universidad de Udine (Italia), y el único destino posible para mí era esa ciudad. Nunca había viajado a España antes, y no era una destinación que quería visitar tan pronto, pero la posibilidad de ir estaba entre mis manos y me fui.
Desde aquel momento, mi vida cambió.

La cultura de Sevilla, su gente, su alegría, su arte, su música me encantaron desde el primer momento y me metí en todo lo que podía hacerme descubrir más cosas, lo que podía convertirme en una sevillana.
Gracias a la beca pude estudiar en la universidad y pasar mi tiempo con mis compañeros españoles, aprovechando su ayuda para aprender castellano, que antes no sabía para nada. Fue divertido aprender un nuevo idioma sin haberlo nunca estudiado antes, me hizo enterar de lo limitado que es estudiar idiomas encerrados dentro el aula de una escuela, sin practicar realmente.
El resto del tiempo lo dediqué a conocer a gente de otras naciones y lugares del mundo, me pareció un tesoro tener a todo el mundo en una sola ciudad, he sido muy afortunada. Mi grupo de aventuras estaba formado por una chica griega, una francesa y una polaca… ¡sí, parece el comienzo de un chiste!
Gracias a una asociación que se dedica a los estudiantes de Erasmus, pude viajar a muchos lugares alrededor de Sevilla y admirar la belleza de la tierra que un tiempo fue el reino de Al-Andaluz: Cordoba, Ronda, Cadiz, Málaga

y la impresionante Granada. Me imaginaba en mi cabeza como podrían haber estado en el pasado todos estos lugares bajo el reino de los moros y fantaseaba sobre sus leyendas.

Fuera de Andalucia visité Lisboa, Gibraltar, Marruecos y Madrid. Marruecos fue mi primera nación fuera de la comunidad europea, allí me dì cuenta de una cultura completamente diferente de la nuestra en todos los sentidos, aunque a nivel geográfico parezca una continuación de la Andalucía árabe. Estas dos tierras están separadas solo por el mar y por las columnas de Hércules, pero son hijas de la misma cultura pasada.

Empecé temprano a enterarme del tiempo que estaba pasando tan rápidamente, y de que mis seis meses allí se estaban cumpliendo. No quería imaginar el final de mi experiencia, aún me quedaba mucho por aprender sobre esta cultura. Además, me sentìa parte de algo en Sevilla: tenía mi universidad, mis amigos, mi piso, mis tiendas preferidas, mi coro. Lo tenía todo. Al irme, me sentí como una flor estirpada a fuerza de su tierra favorita que habia recién empezado a amar. Dejé una carta en plaza de España, mi lugar preferido, enterrándola debajo de un árbol y agradeciéndole a la ciudad por todo lo que me había regalado. Lloré muchas lagrimas amargas. Tenía que luchar para volver.

Dicen que, cuando realmente quieres algo, todo el universo se une para ayudarte a conseguirlo.
A dos semanas de mi vuelta a Italia, pedì una beca para volver a España para hacer mis practicas. Hice entrevistas, luché contra la burocracia y la gané. Mi siguiente destino: Granada.
Ya me pareció escuchar su voz gitana que me llamaba.

Empecé mis practictas en el Centro de documentación musical de Andalucía en julio de 2014, y finalmente pude dedicarme a mi pasión y profesión profundizando la cultura músical andaluza y española de todos los siglos por medio de partituras antiguas para escanear e instrumentos musicales para clasificar. El Centro se sitúa debajo de la imponente Alhambra, así que he tenido el privilegio de mirarla cada mañana, desde la ventana de mi oficina.
Hay otra cultura en Granada, tan distinta de la de Sevilla, mas mística y gitana, mas árabe y encantadora que poco a poco tomó posesión de mí, rellenando mi espíritu. Estuve contenta de tener la posibilidad de ampliar mis conocimientos sobre la cultura andaluza. Sabía que, antes, algo faltaba.
Aproveché los tres meses de prácticas para documentarme y escribir mi trabajo de fin de grado, mi tesi, analizando la ópera La vida breve de Manuel de Falla, ópera rica de contenidos andaluces y rasgos culturales. Analicé sobre todo los elementos que el compositor utilizó en su música para describir su tierra, los elementos gitanos y los palos del flamenco.

Por las tardes solía pasear por el barrio del Albaicín, antigua parte gitana de Granada, para llegar al mirador de San Nicolás para mirar la Alhambra durante el atardecer y la Sierra Nevada detrás. Estas imágenes ahora suelen aparecer solo en mis sueños.
¿Sevilla o Granada?, me suelen preguntar. “Andalucía” es mi respuesta.
Me fui, por fin, en paz conmigo misma: había cumplido mis objetivos y mis sueños y presenté mi trabajo a la universidad con todo mi orgullo, trasmitiendo en esa pequeña aula, a su pequeño comité, todo mi afecto por lo que había aprofundizado y vivido.

“Dejé un día una carta a Plaza de España, en la que pedía la gracia de volver. Quizás esa carta puso raices”…  

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Foto: Vanessa Codutti, Archivo BDE, Pixabay CC0

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